Quizá creímos que la vida trataba de separarnos.
Quizá creímos que nuestros caminos estaban destinados a desaparecer y tomar diferentes rumbos.
Quizá creímos que nos olvidaríamos uno del otro.
Quizá realmente nunca quisimos estar listos para decirnos adiós.
Pero en esos momentos oscuros de dolor. En ese momento que fue la misma encarnación de la preocupación, fue cuando más me apegué a ti.
Sorpresivamente fueron esos momentos los que más cuidé como si fueran artículos de vidrio. Esos pequeños pero sumamente sensibles momentos que te miraba dando lo mejor de ti por algo tan simple para nosotros como poder abrazar a alguien.
Aquellos cambios que en tu cuerpo se reflejaron con más presencia haciéndote parecer débil pero que yo sabía eran sólo en el exterior.
Quizá olvidé decirte lo fuerte que para mi te veías.
Quizá cometí la imprudencia de demostrarte miedo antes de agradecimiento.
Quizá realmente nunca te vi como alguien enfermo.
Quizá no recordé el pacto que hicimos en el que me decías que te quedarías conmigo hasta este momento.
Pero tengo presente que no era distancia lo que tu estado nos trajo a los dos.
Nos hicimos cercanos, como nunca antes. Te logré conocer y tú a mí. Te logré entender y tú más a mí. Me lograste iluminar y demostrar el amor como nunca antes.
Y por eso, quiero que sepas que no es el fin. Nunca lo fue. Nunca lo será.
No fuimos extraños, al final, no fuimos extraños.
Por Raúl Millán