La mayoría de nosotros, no sabemos tratar a las personas con discapacidad. Es una realidad.
Si no tienes una continua convivencia, o -lamentablemente- alguien cercano a ti sufre repentinamente algún accidente que cambia su vida, nosotros no contamos con la educación necesaria para tratar a estas personas. Y no te sientas mal, no es tu culpa, es una sociedad que poco se educa en la materia.
Muchos de nosotros -espero- al tener proximidad con una persona con discapacidad, tratamos de ser empáticos y ayudar en la medida de lo posible, sin embargo, no siempre decimos las palabras adecuadas o bien, actuamos de la mejor manera.
Pongo en la mesa mi caso, hace exactamente un año, una persona cercana a mi tuvo un accidente que lo dejó sin el sentido de la vista y el olfato. Debido a la gravedad y que la mayor lesión fue en el cerebro, tuvo y ha tenido que tomar muchas terapias y rehabilitación para reincorporarse a la vida. No ha sido fácil, no es sencillo para él y sí, para algunas cosas, necesitará ayuda de alguien más -no pondré la palabra «siempre» ya que creo firmemente en que se puede lograr una independencia completa- la mayor parte del tiempo.
¿Cuáles fueron las primeras reacciones hacia él?
Para empezar, tenemos esa enorme necesidad de tratarlos como si fueran «Jarritos de Tlaquepaque» , con miedo a que se vayan a lesionar o como si no pudieran hacer el más mínimo esfuerzo.
Con todo el amor del mundo -cabe mencionar- comenzaron a tratarlo como si fuera un niño pequeño aprendiendo a caminar, también, hubo un extra consentimiento (apapacho) hacia su persona al punto de decirle a la familia que hiciera cosas por él (como pedir comida) que él puede hacer por sí mismo, por decir algunos ejemplos.
¿Qué pasó? la persona afectada comenzó a sentir que la gente lo veía como un inútil.
Antes que nada, hay que valorar la situación: qué discapacidad tiene. Si tenemos la confianza con la familia, conversar informarnos acerca de las terapias que ha llevado y cómo podemos ayudar, o bien, preguntarle directamente a la persona cómo podemos ayudar.
En algunos casos, como el de mi familiar, existe un lenguaje corporal específico para brindarles ayuda en los traslados, por ejemplo, el tocar con los nudillos su mano izquierda para que sepan que estamos a su lado esperando asistirlos, la persona invidente nos hará saber si necesita o no su ayuda; en caso de requerirla, nos tomará por el codo. En ésta situación, debemos caminar normal -la persona se guía también con su bastón o perro de asistencia- y en caso de pasar por un lugar angosto -en donde quepa una sola persona- debemos doblar nuestro codo en la espalda y la persona invidente sabrá que debe caminar tras nosotros.
A veces nos olvidamos que estas personas han pasado por muchas terapias para lograr estar en donde están, por lo que a veces no se toman tan bien el que queramos asistirlos en cosas que pueden hacer. Para evitarnos esta situación, debemos tener el valor de preguntar si necesitan nuestra ayuda. Sin pena.
Y recuerda, no dejes de querer ayudarlos, es importante darles autonomía e independencia, pero también, que se sientan incluídos en esta sociedad y que nos importa.
Gracias.
Por Ana Pau Bermúdez
Un comentario en “Las personas con discapacidad no son idiotas ni «incapaces»”