Las miradas de los medios de comunicación masivos suelen apuntar siempre a donde ocurren las peores situaciones a nivel internacional, pero ocurre que las noticias siempre son controladas y dirigidas por quienes se encargan de informar a las masas acerca de lo que está ocurriendo, o un efecto particularmente claro quedó al descubierto después de los atentados del 13 de noviembre del presente de año en la Ciudad de Paris, Francia. Inmediatamente las redes sociales de más influencia comenzaron con campañas de apoyo y apoyo emocional con el país Europea dándole una gran importante a dichos despreciables ataques.
¿Pero qué ocurrió en México?
La mayoría de los mexicanos nos sentimos conectados y con un gran sentimiento de empatía hacia todos los parisinos, pero un particular grupo que demandó con cierta actitud de inconformidad que la violencia en el mundo no era algo nuevo, que de hecho es algo que se vive en México día con día, y a pesar de eso, los medios masivos no le han tomado la importancia que debería a nuestras tragedias nacionales, y en parte tienen razón, pues el mundo no sabe realmente todo lo que está ocurriendo en nuestro país.
Es una aleación de sentimientos y sensaciones que determinan el carácter y el nivel de humanidad de cada ser humano al momento de enterarse de actos que involucran muertos y masacres. Nos sentimos inseguros y expectantes de que lo peor aún está por venir, un acto que consume poco a poco la esperanza y la humanidad que poseemos usando el terror como principal herramienta. Eso es justamente lo que vivió Paris esa noche, una tormenta de miedo, tristeza y depresión constante que sin importar aquellos que sean realmente responsables por dichos actos, algo muy el profundo nos duele al saber que nunca serán propiamente enjuiciados. Asesinos que sin nacionalidad, ideas políticas, religión o mucho menos ideales filosóficos, que se encargan de hacer del mundo un lugar más oscuro y más inseguro.
Por eso, México no sólo comprende a una ciudad, sino comprende al mundo entero. Estamos dispuestos siempre a solidarizarnos y a entender a los demás, siempre y cuando ellos también reconozcan nuestro dolor, nuestra pena de no poder vivir en paz y siempre con temor. Pero a pesar de todo eso el mundo debe de saber que la gran mayoría de los mexicanos estamos aún dispuestos a ofrecer una mano, un abrazo, un plato de comida caliente y un lugar para dormir para todos aquellos seres vivos que aún conservan su humanidad la cual adoramos y la cuidamos para mantenerla intacta. La sangre y la violencia llegaron hace mucho tiempo a México, pero su calidez, su hermandad y su humanidad, jamás se han movida ni un solo centímetro ya que el corazón de los mexicanos es tan grande que incluso sabe cómo sobrepasar incluso a la mismísima muerte.
Por Raúl Millán